EL GÉNERO NOS ATRAVIESA A TODOS

Por María Eugenia Esturao, integrante de los Equipos Técnicos de Governeo

“Las restricciones que la educación y la costumbre 
imponen a la mujer limitan su poder sobre el universo».

“Cuando sea abolida la esclavitud de una mitad de la Humanidad y todo el sistema de hipocresía que implica, la “sección” de la Humanidad revelará su auténtica significación y la pareja humana hallará su verdadera figura”

Simone de Beauvoir. El Segundo Sexo. 1949.

Cuando se aborda la temática de género, muchos consideran que se trata de una cuestión que interesa sólo a las mujeres, o que está exclusivamente vinculada con los intereses de éstas. Tal percepción puede ser atribuida a diversos factores, siendo quizás el más relevante que su puesta en agenda ha sido efectuada, en su enorme mayoría, por mujeres. 

Sin embargo, resulta fundamental reconocer que estamos hablando de un sistema que nos atraviesa a todos desde siempre y resulta la piedra fundamental sobre la que se ha construido la sociedad tal como la conocemos actualmente. Así, en las sociedades pos estatales, la primera división que se advierte entre opresores y oprimidos, es la de los hombres sobre las mujeres.

Expulsadas de la vida pública, en virtud de lo que ha sido denominado por la politóloga Carol Pateman como el “contrato sexual”, las mujeres tuvieron un protagonismo reservado exclusivamente al ámbito priva17081_(500X500)do, en el cual fueron las encargadas de las tareas domésticas y de cuidado dentro del seno familiar. De esta forma, apartadas de la vida civil, comercial y pública en general, las mujeres han construido su identidad rodeadas por el microcosmos de estas relaciones a las que se veían confinadas.

Durante los últimos 70 años empero, las mujeres se han hecho lugar poco a poco en los ámbitos públicos, conquistando derechos que les habían sido negados, como el voto y el acceso al trabajo, entre muchos otros. Este camino reconoce como uno de sus principales hitos a la aparición de la píldora anticonceptiva, revolucionaria en tanto puso a disposición de las mujeres la posibilidad de elegir ser o no madres, así como el momento y la periodicidad de la maternidad. De esta forma, las mujeres ya no se vieron limitadas a su rol de reproductoras de la fuerza de trabajo, desplegándose ante ellas un enorme abanico de nuevas oportunidades.

Sin perjuicio del camino recorrido y la gama de derechos formal y normativamente (re)conquistados, sucede que, en los hechos, tales derechos no son -en muchas oportunidades- efectivamente garantizados. Y decimos reconquistados, porque no debe perderse de vista que los derechos aludidos son, ni más ni menos, que derechos humanos históricamente negados a la mujeres en virtud de relaciones de poder que rigieron los vínculos sociales entre los sexos, concibiéndolas como objeto de tutela y no como sujeto de derecho.

Sobre esa base, se impone repensar nuestra idea acerca de la temática de género, ya que no se trata de meras reivindicaciones feministas, sino de visibilizar un sistema de dominación que subyace al capitalismo globalizado y que impacta sobre todos los géneros, ya que el paradigma heteronormativo, heterosexual, patriarcal y hegemónico que rige nuestras relaciones, no sólo construye y perpetúa los estereotipos y prejuicios sobre lo femenino, sino también sobre lo masculino; e implica la negación de una parte de nuestra personalidad, cualquiera sea nuestro género, imponiendo así la construcción de la propia subjetividad desde la lectura binaria de mujer/varón, femenino/masculino, como únicas categorías, excluyentes y dicotómicas.

justicia-generoSe trata, en síntesis, de abrir nuestra mente, cuestionarnos lo preestablecido, poner en tela de juicio los paradigmas sociales con los cuales nos hemos formado, e intentar dejar de lado el maniqueísmo cultural que nos encorseta, etiqueta y encasilla en categorías rígidas y arbitrarias.

Así, cuando hablamos de encarar una problemática con perspectiva de género, no debemos entenderlo como una cuestión aislada que pueda ser abordada desde una especificidad puntual, sino que se trata de un enfoque de la realidad por el cual somos llamados a no dar por sentadas ciertas relaciones de poder que, lamentablemente, aún hoy son poco cuestionadas.

No hablamos de la “superioridad” de las mujeres sobre los hombres, sino de la igualdad de las personas en todo ámbito de su vida, y del Estado como primer responsable de garantizar idéntico nivel de acceso a derechos a toda su población, sin distinciones de género. Pero, para igualar, es necesario antes determinar los niveles de partida y, desde allí, evaluar y planificar las acciones tendientes a combatir las situaciones de vulnerabilidad, respetando las diferencias.

Es esa determinación, que debe ser imparcial, la que nos impone considerar cada cuestión asociada a las políticas públicas con perspectiva de género, con el objetivo final y trascendente de devolver a las mujeres aquellos derechos que históricamente les han sido negados, evitando perpetuar las injustas desigualdades preexistentes.

 

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