La Tecla – Demoliendo techos y barreras: la paridad de género
Por María Eugenia Esturao, Coordinadora del Área de Género de Governeo, y Mauro Solano, Director Institucional de la asociación
“Yo que crecí con Videla
yo que nací sin poder
yo que luché por la libertad
y nunca la pude tener”
Corría 1984 y Charly García nos decía, recién entrados a la primavera democrática, que se pasaba el tiempo “demoliendo hoteles”. Parafraseando aquella genial pieza de arte, hoy podemos decir que la paridad de género arrasa con barreras y techos que dificultan y entorpecen la participación de las mujeres en política. Aunque para muchos resulte difícil de ver o creer, a más de 30 años de la recuperación democrática todavía tenemos grandes deudas pendientes con las condiciones de representación de las mujeres.
La defensa irrestricta de la democracia, entendida en sentido amplio, como forma de vida, requiere el compromiso de sostener una agenda pública progresista que tenga la igualdad y la participación como principio fundamental. Ello indudablemente nos lleva a sentenciar que debemos mejorar la presencia de las mujeres en cargos electivos, como también en posiciones ejecutivas, e incluso en ámbitos de debate público general.
A pesar de haber sido pioneros en materia de medidas afirmativas para asegurar la participación de las mujeres, con el establecimiento a nivel nacional de la Ley de Cupos en 1991, y regulaciones similares a nivel subnacional, las cuotas se convirtieron en “techos de cristal” o “barreras de cemento” para la participación femenina. En muchos casos, un deficiente control de su cumplimiento, trampas en su aplicación (renuncias de mujeres para ser reemplazadas por hombres), y otras prácticas derivadas de sistemas electorales que complicaban su implementación, hicieron que esos techos fueran cada vez más difíciles de romper.
En la provincia de Buenos Aires se encuentra vigente el cupo mínimo del 30% para la participación de cada sexo, por medio del artículo 32 de la Ley N° 5.109 (incorporado por Ley N° 11.733). Afortunadamente días atrás, en su última sesión plenaria, todos los senadores provinciales dieron media sanción a un proyecto que sustituye el cupo como medida de acción afirmativa, y establece la paridad de género. Resulta sin lugar a dudas un enorme avance y un paso más en el camino de la reforma política provincial, poniendo a Buenos Aires en el lugar de vanguardia que en este tema ocupan otras provincias, como Córdoba, Río Negro y Santiago del Estero, que ya han incorporado la regulación de la paridad, entendida como la inclusión de un 50% de candidaturas tanto para hombres como para mujeres, en forma secuencial y alternada.
El proyecto aprobado de forma unánime en el Senado bonaerense instituye la representación igualitaria y secuenciada de mujeres y hombres en las listas, e incluso dispone que, ante la renuncia de un legislador, se lo reemplace con alguien del mismo género, evitando la trampa mencionada más arriba. Por otro lado, se define al género del candidato por su DNI, con independencia de la cuestión biológica. Este último aspecto también resulta remarcable, ya que viene en sintonía con lo establecido por la Ley nacional N° 26.743 de Identidad de Género, que la define como “la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento” y permite asimismo el cambio de sexo en el DNI de acuerdo a la identidad autopercibida. De esta forma se amplía el concepto de mujer, entendiéndose como tales no sólo a quienes fueron asignadas a ese sexo al momento de nacer, sino también a quienes se autoperciban así.
En los días previos y posteriores al tratamiento del proyecto y su media sanción, y atravesando la discusión de la paridad también en el legislativo nacional, se han escuchado voces que critican la iniciativa. En ese sentido, encontramos quienes rechazan la iniciativa por considerarla una mera ampliación del cupo, afirmando que todo otro grupo social que no se sintiera suficientemente representado podría exigir el mismo tratamiento (olvidando quizás que estamos hablando de un “grupo” que representa a más de la mitad de la población), o bien argumentando que atenta contra el mérito o la idoneidad, entre otras falacias que no suelen mencionarse acerca de la sobrerrepresentación de los hombres.
Lo que dejan de lado estas críticas es el hecho de que la subrepresentación femenina no tiene que ver con la falta de formación e idoneidad de las mujeres, sino con un sistema que las ha confinado al ámbito privado, vedándoles toda participación en los asuntos públicos. Si bien podemos decir que, en nuestro país, el tema de la participación política de las mujeres ha evolucionado de forma exponencial en el último siglo, todavía resta recorrer un largo camino para poder efectivizar la igualdad real entre varones y mujeres, muchas veces enunciada sólo en el aspecto formal.
El estudio efectuado por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) titulado “Detrás del número. Un estudio sobre las trayectorias políticas de mujeres y varones en las legislaturas argentinas” muestra que en todas las Legislaturas provinciales, exceptuando la correntina, las legisladoras tienen estudios superiores en mayor proporción que los legisladores, llegando al extremo en la provincia de Misiones, en la que el 100% de las legisladoras tienen estudios superiores, mientras sus pares varones con estudios superiores llegan sólo a un 65%. Vemos con este ejemplo que la cuestión del mérito y la idoneidad tampoco parece estar contemplada en su totalidad por quienes critican la paridad.
Desde otro lugar, se pronunciaron a favor de la paridad una enorme cantidad de legisladores y legisladoras, actores políticos de diferentes espacios y niveles de gobierno, académicos, asociaciones civiles, think tanks, y movimientos sociales. Si bien es cierto que por sí sola la paridad no asegura una completa representación de las mujeres, significa un gran avance en la igualación de condiciones y puntos de partida para la competencia política, pero el trabajo a futuro es arduo, ya que no se agota aquí.
El ámbito político es uno de los tantos que reclama mayor representación femenina: en las fotos de los encuentros de las centrales sindicales más importantes no suele detectarse gran presencia femenina. En el sector privado la deuda sigue pendiente también: como ha sido mencionado en diversos espacios, según un estudio de Glue Consulting (diciembre de 2013) efectuado entre 700 empresas grandes y PyMES de nuestro país, sólo el 4% están dirigidas por mujeres.
La mejora institucional tiene que estar acompañada por profundos cambios culturales, simbólicos, y prácticos. Alcanzar la “democracia paritaria” requiere no solamente de un reparto equitativo de mujeres y hombres en espacios de poder, sino lograr efectivamente responsabilidades y oportunidades compartidas en todos los ámbitos. Por ello, apoyamos y saludamos la inclusión de la iniciativa en el marco de la reforma política, pero seguimos recordando a Charly, que nos decía:
“Ahora no estoy más tranquilo,
y por qué tendría que estar
todos crecimos sin entender
y todavía me siento un anormal.”
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