Lilia Ciamberlani nos ayuda a reflexionar sobre la comunicación en tiempos de home office
Lingüista, Semióloga, Docente universitaria (UBA) y Especialista en Comunicación y Cultura Organizacional, Lilia Ciamberlani nos aporta su visión en estos tiempos de aislamiento físico y virtualidad.
“Comunicarse bien, siempre requirió tener empatía con el otro. Antes del aislamiento, utilizábamos diversas herramientas blandas que reforzaban nuestro discurso y así, en un 38% persuadíamos con nuestra voz; en un 55% con nuestro cuerpo (comunicación no verbal) y en un 5% con nuestro lenguaje verbal. Lográbamos que nos crean; que se motiven nuestros equipos; que se solucionen los conflictos presentes; que las emociones pudieran expresarse y gestionarse con toda amplitud”, afirma la integrante del Consejo de Governeo. La coexistencia de instancias presenciales y virtuales permitía que las comunicaciones fluyeran, en mayor o menor medida, de forma eficiente, y nuestras emociones, si eran gestionadas de forma eficaz por los líderes, marcaban la diferencia.
Hoy, el trabajo remoto nos lleva a formularnos nuevas preguntas: ¿cómo logramos persuadir a los otros y en especial a nuestro equipo? ¿Cómo canalizamos nuestras emociones en estas circunstancias? La experta señala que, en estos momentos de incertidumbre, nos refugiamos en el lenguaje como pieza fundamental para lubricar los engranajes complejos de la comunicación. Lenguaje que comparte con las nuevas tecnologías el gran protagonismo de esta época.
Especialmente, destaca la importancia del lenguaje oral (nuestra voz), que produce un efecto de gran impacto aunque no sea siempre percibido como tal. “En las videoconferencias, que ahora usamos en forma permanente, se pierde el eje de la mirada con el otro y desaparece el acercamiento, la credibilidad y la motivación, si no se utiliza como refuerzo algunas de las herramientas estratégicas”.
Es importante, comparte, usar este instrumento oral con mayor exactitud. “El lenguaje, en estos tiempos, nos produce un espacio de resguardo y seguridad cada vez que escribimos un WhatsApp o recibimos un e-mail, mucho más que antes, porque permite llenar las lagunas que provoca no estar presente con el otro (…) nos permite que nuestras emociones puedan canalizarse a través de la voz y lograr todos los objetivos que nos proponemos: producir empatía, asertividad, credibilidad, motivación y algo más importante todavía, como es sentir virtualmente la emoción del acercamiento social”.
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