EL ESTADO DEL DÍA DESPUÉS: TELETRABAJO Y NUEVAS CAPACIDADES


Por Julián Lopardo, Director Ejecutivo de Governeo

Leímos mucho en estos meses sobre el modo en que la irrupción del COVID-19 reconfiguró nuestras relaciones. Los vínculos sociales requirieron nuevos modos de expresarse y la virtualidad fue el camino posible. Millones de personas nos vimos envueltas en un experimento global, inevitable y trágico. Se palpa la tensión entre quienes ven a las nuevas tecnologías como instrumentos de una distopía totalitaria y quienes las entienden como herramientas valiosas para preservar la salud o extender lo humano/social, ampliando los lazos a partir de nuevos soportes tecnológicos.

Las siempre vapuleadas organizaciones estatales son tensionadas por exigencias múltiples y variadas. Al refuerzo del sistema de salud y la prestación presencial de servicios esenciales (seguridad, defensa), se agregan otras que requirieron de nuevos formatos on line (educación, justicia), tanto en la atención al público, como en el back office. A las prestaciones habituales, la crisis económica obligó a sumar políticas destinadas a amortiguar su impacto, como el Ingreso Familiar de Emergencia o el Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción.

Algunas de estas actividades ya eran objeto de una digitalización programada, mientras que otras requirieron de esquemas de emergencia para garantizar su continuidad. Sin dudas, nos espera una estatalidad diferente, que en la opinión de muchos ha dejado de ser el lastre que postuló un sector del liberalismo en Mont Pelerin, para revalidar sus credenciales de conductor de la cooperación a gran escala y la recomposición del tejido social. La solución posible para los problemas actuales.

En ese contexto, la transición nos devuelve la imagen de un Estado activo, pero dañado por un proceso sistemático de erosión de sus capacidades, resultado de la desidia o la intencionalidad. La pandemia pasará, pero quedará la pregunta: ¿Qué Estado necesitamos construir?

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